Al comienzo de The
Conversation, de F. F. Coppola- un film para músicos y obsesos del sonido-,
el protagonista, Harry Caul, un especialista en depuración y fidelización del
sonido absoluto, declara ante un colega con el que están grabando a una furtiva pareja de amantes: “Todo
lo que yo quiero es una excelente y precisa grabación.”
Es un afán típicamente moderno pretender encontrar
en una obra de arte su número de oro, una medida absoluta, original y lo más
prístina posible.
Ese espíritu depurativo no sería posible sin el
avance- a veces beneficioso, otras desaforado- que la tecnología ha impreso
sobre nuestra vida cotidiana y sobre los objetos del arte contemporáneo que el
sujeto produce.
Al igual que en aquel film paranoico, la búsqueda
obsesiva del sonido más perfecto puede traernos consecuencias un tanto molestas,
o dejarnos en un manierista callejón sin salida.
Esta fue una de las tantas impresiones- sumadas a
otras como euforia, admiración, frenesí, estupor, extrema melomanía, seguida de
un dejo de desesperación- que me despertó el adquirir y estudiar las dos grabaciones
(la del sello Seminal- Universal, del 2006; la de Philips- Polydor, del 2012)
que en la actualidad existen en el mercado del Concierto de Tango grabado en el Philharmonic Hall de New York
(1965), esa obra oculta e iniciática, donde se halla realizada en su más plena
autoconciencia- en toda su teleología- la estética piazzolliana, y la de su
Quinteto.
Existen dos claros criterios de estilo en la edición
de ambos registros (el primero, conservador, el segundo, progresista), lo que,
en alguna medida, le permitió a Polydor- la última edición en salir al
mercado-, postularse como la versión definitiva.
Prevalencias
del mono
La edición del sello Seminal (2006) presenta un sonido compactado, con preeminencia de una percepción estereofónica en las dos figuras principales del Quinteto Nuevo Tango: el bandoneón y el violín. Detrás de ambos instrumentos figuran, casi en sonido monoaural (si bien la grabación de aquel entonces fue en stereo), la guitarra y el piano, mientras el contrabajo aparece con un poco más de fuerza, marcando ligeramente los compases y las figuras rítmicas tan características del Quinteto. Que en la mezcla final de la grabación se haya dado prevalencia estereofónica a tan sólo dos instrumentos, hace que los otros tres por momentos suenen sobresaturados cuando tanto el piano, como la guitarra, adquieren relevancia mediante un solo o una marcación aguda. La prevalencia ideológica del “mono” configura al Quinteto como una unidad absoluta, una compleja y unívoca máquina de guerra (no hace falta recordar las metáforas bélicas que en repetidas ocasiones, Astor utilizó para definir a sus múltiples conjuntos). En términos generales, el audio parece hacer sonar al Quinteto como lo haría en vivo. Claramente, en este trabajo prima el todo por sobre los detalles de las partes.
¿Maravillas
de la tecnología?
En la muy trabajada, por momentos excelente, remasterización que realizó Polydor (2012) prevalece el sonido abierto, en gama, con amplios matices y coloraturas que pocas veces se le oyó al Quinteto de aquella época. Aquí podríamos hablar del maravilloso resultado que se obtiene cuando se realiza una mezcla novedosa sobre la cinta original en stereo, lo que también lleva a inevitables consecuencias: los solos parecen fragmentos de sesionistas de un conjunto de cámara, prima la parte por sobre el todo, haciendo sonar brillosos los glissandi de Antonio Agri, las notas más delicadas de la guitarra de López Ruiz, y la marcación rítmica del teclado de Jaime Gosis (¿acaso su mejor grabación con Piazzolla?), pero todos ellos un tanto aislados entre sí. Es como si cada uno de los músicos del Quinteto tocara en una cámara separada. La remasterización consigue superar la saturación típica de las grabaciones piazzollianas de aquella época- trabajo que hasta ahora ni los propios curadores de esta edición pudieron lograrlo, por ejemplo, con la penosa grabación de RCA del Concierto para Quinteto, de 1971-, pero su depuración de sonido- aséptica hasta la obsesión- le quita el efecto de conjunto y completud, tan característico del sonido arrollador, camorrero y agresivo del primer Quinteto, justamente en el estado de aseidad en que se encontraba por aquellos años.
El sonido en demasía abierto y “polifónico” de la edición
de Polydor vuelve un tanto estridente los agudos más violentos del bandoneón,
por ejemplo, en el tutti final de Milonga del ángel, o en el final de La Mufa,
estridencia que nos recuerda ligeramente, y sin ánimos de exagerar, las quejas de un acordeón.
Mención aparte merece el (des)trato que ambas ediciones hacen de los EP´S que acompañan al Concierto de Tango (Melenita de Oro, 1965 y Revolucionario-Retrato de Alfredo Gobbi, 1967, en la edición de Polydor; Con Egle Martin, 1969, en la edición de Seminal). En ambos casos, se percibe el efecto “utilitarista” de economizar el producto disco, al agregarle temas a una cinta original que no sobrepasa los 45 minutos. Las compañías discográficas se proponen la tarea de “rellenar”, como si se tratase de una torta de cumpleaños, donde lo importante es el revestimiento visual, no el material con el que se confeccionan los interiores.
Aquí no hay ningún trabajo de mezcla,
remasterización ni depuración de las cintas originales.
El timbrado disonantemente insoportable de las
frases agudas y entrecortadas del solo central del violín en Revolucionario (Polydor) parece haber
salido de una grabación casera. Lo mismo puede agregarse del efecto pecera o
“cono del silencio” desde el que se percibe el tema Retrato de mi mismo (Seminal), posteriormente conocido como Retrato de Milton, que pareciera haber
sido realizado en un galpón de Valentín Alsina.
El desacierto más penoso en ambas ediciones se lo
lleva el arte de tapa y los textos de interiores (el de Del Priore- Seminal-,
insulso y equívoco; el de Fischerman- Polydor-, informativo, pero en su brevedad,
un poco divagante).
Me pregunto desde la más absoluta ignorancia, qué
motivo lleva a una compañía discográfica a editar un disco inhallable y
remasterizarlo minuciosamente, para terminar confundiendo al melómano, utilizando
otra tapa a la originaria, que roza el mal gusto del turismo tanguero de la for export calle Florida; me refiero
claramente al packaging de la edición
de Polydor, la que se presume definitiva, y que hasta diciembre de 2014 se ha "prodigado" en cuatro volúmenes del mismo tenor.
En el caso de la edición de Seminal, el desacierto
es menor, ya que la tapa utilizada es la de la primera edición porteña del LP, de 1972 (originariamente editado en Uruguay, en 1965), con un Piazzolla de perfil,
barbado, como en su inconfundible época del Conjunto 9.
Para concluir, y a pesar de estos desencuentros, es
más que valioso haber rescatado para la industria del CD álbumes magistrales,
singles y EP´S que exhiben una de las facetas más originales dentro de la
cromática paleta creativa que Piazzolla supo desarrollar durante toda la década
del sesenta, su mejor época.
Enero de 2015
Enero de 2015