jueves, 6 de agosto de 2020

Coltrane, lector de Sorabji


Hay en los últimos discos de Coltrane una intencionada inclinación hacia la polirritmia. Qué es aquí polirritmia? es abandono total de la estructura del ritmo. Para esa titánica tarea contó con el aporte de Rashied Ali, un percusionista etéreo.
Si Elvin Jones es el pastor del patrón rítmico por naturaleza, Rashied Ali es el antiswing por antonomasia. 
Lo sabemos, Coltrane aquí no dialoga con seres humanos (ni con la historia del género, del cual es eximio intérprete), sino con los planetas.
Deliberada y salvajemente, Coltrane busca arrancar a la música de la cárcel del compás. Intenta alcanzar el clímax del espíritu que, lejos de la materia, sopla donde quiere, y como quiere.
En esta búsqueda, Coltrane está más cerca de la música atonal moderna que del free jazz.
Si el free va a ser el móvil metodológico para que Coltrane promueva su ideología política y religiosa, el atonalismo va a ser su programa para hacernos conocer la música interestelar.
El abandono total del ritmo y de la estructura convencional de acordes es un logro de Sorabji (Opus Clavicembalísticum, 1930) más que de Ornette Coleman. 
Podríamos decir que la gramática musical del último Coltrane es tan compleja e inaccesible como la de Sorabji. Hay en ambos una cierta lógica programática de lo inextricable y lo laberíntico como método de acceso a una música absolutamente liberada de todo lo que hasta ese entonces el oyente conocía. Por último, recordar que si el desafío final de la carrera de Coltrane fue abandonar por completo la estructura de acordes, no es más que loable, y digno de admiración tener en cuenta que apenas cinco o seis años antes, Coltrane había encumbrado la música de acordes dentro del hard-bop con Giant Steps, creando un límite exasperante para la música de escalas hechas de acordes. Que en su etapa final decidiera deshacerse de todo ese conocimiento y creatividad, en pos de pegar un salto kierkegaardiano más (el último), no es sino otra muestra de la enorme entidad de Coltrane como uno de los fenómenos más abrumadores de la historia del arte moderno.