Ya que la ciudad
es ahora nuestra morada
vayamos por los recodos
vayamos por los recodos
oscuros, de noche y soledad,
a contar pétalos caídos
de una antigua margarita,
y gritemos por todos los locos,
los solitarios, los que padecen
continuas pesadillas, los endemoniados,
los sifilíticos, los sordos y
los suicidas,
gritemos a una y hagamos endecha
la carne lacerada
por este Dios lejano
que ya no tiene templos.
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