(El eje.
La mirada en el eje que desciende,
lentamente)
Ver
por dentro y por fuera
tu piel blanca,
tu melena de arena seca
y aquello que millones de ojos convencionales
jamás podrían ver: las grietas perversas de tu mirada,
y las manos que me transpiran
oscilando, péndulo diabólico,
entre acariciarte,
como un amante acaricia el deseo,
o huir despavorido
a jugar en tristes naipes
la historia de mi vida.
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